Han sido muchas las mofas leídas y escuchadas por parte de la afición valencianista en la salida de Antonio Barragán y Pablo Piatti, cuyo mayor «pecado» ha sido ofrecer un mejor rendimiento que otros jugadores a priori mejores que ellos. Si Antonio se comió al sobrevalorado y camorrista Joao Pereira, se dice. Si hace dos temporadas Piatti fue uno de los mejores jugadores del Valencia, se dice. Pero es más fácil exagerar las debilidades y defectos de los jugadores de nivel medio que juegan por méritos propios, que afearles la actitud y el nivel ofrecido a los teóricamente superiores. Pese a las alusiones en forma de alabanza al esquirol (Vicente Bau dixit, aunque ahora le falle la memoria) Suso García Pitarch, no me parece que sacar una cifra en torno a los 3 millones de euros por Barragán -uno de los futbolistas que menos cobraba de la plantilla, por cierto- o una cesión de Piatti con opción de compra bajísima sean operaciones especialmente destacadas. Pero cuando a un jugador Mestalla le cuelga un sanbenito, es complicado quitárselo de encima. Sin embargo, lo más insultante hacia estos jugadores, y por añadidura, hacia los aficionados que han apreciado su contribución al conjunto che, es que se desprecie que hayan sido futbolistas profesionales: como si fuera un demérito en lugar de una cualidad. No me sorprende pero me cabrea.
Toda la razón. Y no es que se pueda defender la actitud de estos dos futbolistas, pero no fue diferente a la del resto en la temporada pasada. Piatti es limitado pero demostró en su día que tiene más fútbol que nombre (gran aportación en la primera temporada de Nuno).
Barragán en cambio, me parece profesional pero muy limitado para jugar en el Valencia o incluso en Primera División.