Encontrándome yo debajo de la ducha, de cuyo capuchón emergía un relajante chorro de agua caliente, Julia interrumpió: A ver, el tío es de buena estatura y fibroso, físicamente está muy bien, dijo. Además gana un pastizal. Si pudiera me lo tiraría. En ocasiones Julia podía ser una romántica. Se le vislumbran condiciones, dijo, pero no rinde por su exceso de egotismo. Se cree mejor de lo que es, la estrella del equipo, cuando al menos hay tres jugadores en el equipo que le superan técnicamente. Y en carisma no digamos. Si te fijas en él, casi nunca juega al primer toque, para agilizar el juego y hacer más dinámicos los ataques, siempre busca el control y su primera intención es la jugada individual. Se complica la vida. Estuvimos hablando hace unos días de su acoplamiento en el equipo y la irrompible confianza del técnico en el jugador, mientras tomábamos unos piscolabis. Por méritos futbolísticos no se entiende que disponga de tantos minutos, que sea prácticamente insustituible, dijo Julia mientras coqueteaba con el empañado espejo. A ver, que sea apuesta específica no tiene por qué llevar a romper el sistema de equilibrio y justicia de todo vestuario, la meritocracia es más importante en el comportamiento grupal de lo que a simple vista pueda parecer. El mensaje que recibe el resto es que tiene que jugar por lo civil o por lo criminal, que por mucho que se entrenen y se esfuercen y lo puedan merecer la inamovible decisión del técnico es la de otorgarle al jugador un papel y una posición que a día de hoy no se ha ganado. Se está mostrando como un mal futbolista de equipo, y premiar ese comportamiento sólo puede virar hacia un mal ambiente dentro del vestuario. Si nosotros desde la grada nos damos cuenta claramente, ¡no lo percibirán sus compañeros! Son detalles que incluso más que por lo deportivo, deben primar por lo extrafutbolístico, todavía está a tiempo de cambiarlo el entrenador, un banquillazo en el próximo enfrentamiento podría dejar las impresiones actuales en mero espejismo; creo que es algo necesario por el bien de todos. Y ojo, ya sabes cómo pienso, dijo mientras se despojaba del suéter y se cambiaba de sujetador, no por ello el equipo necesariamente va a jugar mejor, es una mera cuestión de valoración. De su calidad no dudo, aunque sí es peor de lo que se cree, es bueno en todo, pero no excelso. Y muchas veces es desesperante: ¡joder, tócala de primeras y muévete! ¡no busques siempre controlar y ralentizar el juego! ¡no intentes siempre el regate y después dejarlo a la improvisación! Después, su nivel de intensidad y concentración defensiva es ¡muy pobre!, dijo Julia mientras se pintaba los labios. Ostia, el tío es que muchas veces ni se esfuerza: ni presiona ni baja ni tan siquiera a estorbar. Macho, que ya debería saber que hay mejores jugadores que él en el equipo y que además muestran mucha mayor implicación defensiva que él, por no hablar de la involucración en el juego colectivo. Si quiere triunfar en estas tierras lo primero que debe hacer es cambiar de actitud, y para ello es fundamental la labor pedagógica de su entrenador, que anda completamente equivocado con el trato que le dispensa a su figura, y por añadidura, al resto de la plantilla. Creo con total sinceridad que un modelo a seguir para él dentro del campo debería ser Dirk Kuijt, aunque tiene más calidad que el holandés; si de verdad quiere convertirse en un gran futbolista tiene que aprehender acerca de la filosofía del esfuerzo, de la solidaridad, del triunfo del colectivo sobre lo individual y, por añadidura, que muchas veces una recuperación que posibilita un contraataque es más valioso para el resto que una jugada donde se va de dos oponentes y dispara a puerta, incluso aunque acabe en gol, dijo Julia mientras terminaba de ponerse un vestido ceñido. Por cierto, ¿te has cortado el pelo?

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* Publicado originalmente en Valencia Corner el 12 de noviembre de 2014.

Foto: http://www.mirror.co.uk

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