Hace muchos, muchos años (pero no muchos más de veinte), habían unas nobles familias de la tierra valenciana, trabajadoras, honradas y sacrificadas, que tuvieron a bien soñar con algo que llamaron Valencia CF.

Depositaron en aquél club todo su patrimonio y sus desvelos hasta conseguir que fuera el más saneado y triunfante de Europa. En ese Valencia CF de ensueño todo el mundo aportaba, nadie osaba cobrar el diezmo y los días pasaban felices y victoriosos.

Pero un día llegó el Lobo Soler y les robó el club para sí mismo. “Ja, ja, ja” reía el maldito tirano. Solo un lacayo de aquellos señores, David se llamaba, trató de levantar su puño contra el pérfido gobernante, pero fue apresado y encerrado en la torre más alta del Castillo. El Lobo Soler bajó a los infiernos al club de aquellos honrados hombres de la tierra, y en su infinita maldad casi lo hace desaparecer. Pero en sus continuas guerras, aquel tirano se quedó sin dinero, y pidió dinero a un banco, sin saber que ese banco era en realidad una confabulación de aquellos hombres buenos, que juntaron todo su dinero para volver a conseguir, mediante un inteligente ardid llamado Fundación, aquél club para ellos, y devolverlo a la grandeza, al sitio que merecía.

Y así, felices, excarcelaron al bravo David, que volvió a ver la luz. Y todos sonreían y celebraban sin saber que, tras la esquina, un hombre de ojos rasgados y su esbirro les contemplaban con envidia (continuará).

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No, en serio, en Valencia todavía hay quien piensa que esto pasó. En fin, es bonito creer en los cuentos.

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