Peris
Pintaba bien. Se pone rápido por delante el Valencia, con una alineación sorprendente, la verdad. Tiene Mina un palo que podría haber sido el 0-2, con cinco tiros a puerta en los diez primeros minutos y el empate en el marcador, un defensa de Las Palmas saca de casi la línea de gol una ocasión clarísima de volver a ponerse por delante. Lo que en un principio era un buen planteamiento, presionando a la pelota y saliendo rápido al ataque, se diluyó en la segunda mitad, propiciado, sin duda por el penalti y la autoexpulsión de Gabriel, que en el pecado llevará su penitencia.
A partir de ahí, el caos. Marca Las Palmas el penalti y el equipo es incapaz de hilvanar jugada alguna de peligro. Y el partido languidce sabiendo cierto que, salvo milagro, vas a palmar y que casi mejor que meta Las Palmas el tercero para no jugar con los sentimientos. Ni Guedes, ni Zaza, otra tarjeta tonta, ni arreones de Kondogbia. El equipo se desdibujó después del penalti, cortocircuitado al completo, yendo a la guerra con balas de fogueo.
No vale como argumento el arbitraje. Era el colista contra el tercero. Tercero que piensa un poquito en la Copa. Claro. Es lo que toca. Pero pensar en ello implica también finalizar bien el trabajo liguero. Y no sucedió. Suerte del colchón con el quinto para asegurar la Champions. Pero por mucho colchón, no conviene dormirse.
Y Gabriel. Lamentable comportamiento de un jugador que se supone es una de las extensiones del entrenador en el campo. Injustificable encararse de esa manera con el árbitro, por mucho que haya imágenes de otros jugadores haciendo lo mismo. Un error individual ha lastrado al colectivo. Además, por partida doble, desactivando su participación para el próximo partido de liga. Si ya andaba rociado de sospecha su trabajo en el campo, con esta acción, infantil e impropia, destila aroma de acomodado y sabedor de poseer el peto de titular, por desgracia de la lesión de Murillo. Con el colombiano sano, entre Garay, Murillo y el propio Paulista se subían el nível de exigencia y mejoraban el rendimiento grupal. Merece un poco de nevera. Quizá ahora no sea posible, por las bajas, pero sería justo y sano para el vestuario que así fuese cuando la enfermería y el calendario lo permitan.
Mañana saldrá el sol. Y algunos comerán paella. Pero el regusto no se irá hasta el miércoles, siempre y cuando el Valencia acabe en semifinales. Pensemos que así será.
Hoeman
Sorprendió Marcelino con la alineación -que tras el resultado se discutirá, pero que en la primera parte, con igualdad numérica, superó claramente al rival- y Paco Jémez inundó el campo para igualar lo máximo posible las diferencias técnicas; sobresalió Rodrigo ejerciendo de centrocampista lanzador/distribuidor, quedando Coquelin -muy discreto hoy- y Kondogbia -apabullante- por detrás y un tridente ofensivo con Gil, Mina y Maksimovic ejerciendo de delanteros-extremos en numerosas ocasiones, aunque desacertados en los últimos metros. Antes Mina avanzó al equipo tras un saque de córner a centro de Nacho Gil, de cabeza al primer palo en una jugada repetida justo antes. Pudo sentenciar el propio Mina poco después pero Chichizola y el palo lo evitaron. El Valencia inició muy bien el encuentro, con una presión agresiva, aunque con el transcurrir de los minutos, hasta el gol rival, se acomodó en demasía en el repliegue, y en algunas jugadas, faltó contundencia y sobre todo concentración. Empató Las Palmas en una gran jugada colectiva, entrando desde segunda línea el goleador, aunque con error de varios futbolistas del Valencia, por lo comentado con anterioridad. Aún así, el Valencia siguió llegando en abundancia aunque con poca clarividencia, con un buen Nacho Gil como comparsa de Rodrigo.
La segunda parte se jodió con el penalty por mano -para mí involuntaria, aunque es cierto que la tiene separada del cuerpo y corta la trayectoria- de Paulista, empero especialmente con la ida de olla del brasileño, que se creyó jugando con la camiseta de Real Madrid, Barcelona o Atlético, y se encaró continuadamente con el sibilino árbitro -en la primera parte ya había mostrado sus intenciones de joder, con el muestreo arbitrario de tarjetas amarillas-. Desquiciado y expulsado, sobrevino al resto del equipo el bajonazo y la zozobra; tampoco ayudó Marcelino quitando del campo a los dos futbolsistas que podían ofrecer pausa al juego. Entró Guedes que nuevamente fue masacrado a faltas -la mayoría se quedaron sin pitar- pero no cambió la trayectoria del partido. Para coronarse el colegiado expulsó a Vezo (segunda amarilla) en un forcejeo aéreo que no era falta. Si ya de normal es complicado competir, con unos arbitrajes tan indignos del profesionalismo -entendiendo que para ello son necesarios conocimientos, honradez y honestidad, de lo que adoleció- (por cierto, tres partidos seguidos en Liga birlan un penalty por mano de un jugador rival en su propia área) se antoja casi imposible.
Lobo
Debería dejar bastantes horas de por medio antes de ponerme a escribir sobre este partido, pero lo hago apenas una después del final, no puedo reprimirme. Estoy disgustado, mucho. De verdad pensaba que ganábamos fácil, y esto es un palo muy gordo, el primer palo de verdad de una temporada en que creí que no habría ninguno. Y, la verdad, me apetece muy poco hablar sobre si Marcelino se equivocó en la alineación, que puede ser, de si la primera parte fue buena, muy buena o regular, o de si Paulista metió la pata, que lo hizo y gravemente, o si los cambios fueron o no adecuados. Estoy tan enfadado que no me apetece hablar de fútbol, ni creo que esta vez sea el debate que toca.
Ló único que siento es indignación por lo mal que tratan al VCF en esta Liga manipulada y desigual. Indignación al comprobar que lo que para unos vale y es disculpado sistemáticamente, para el VCF supone un navajazo tras otro ante la indiferencia generalizada. Indignación porque habiendo hecho menos faltas que el rival, y eso que nos pitaban todas y ninguna fue especialmente fuerte, el VCF acabara con nueve tarjetas amarillas y dos expulsados. Indignación porque eso pasa demasiado a menudo y aquí nadie parece saber evitarlo mientras que fuera nadie quiere darse por enterado. Indignación porque mi equipo, uno de los grandes se supone, no pinta en realidad una mierda, nos mantean como a novatos cada vez que les parece y no contamos con el respeto de nadie, ni medios de comunicación, ni Federación, ni Liga, ni comités, nadie en absoluto. Estamos solos en la jungla, perseguidos como conejillos, hostigados como ratas, atacados como ratoncillos indefensos. En esta Liga, aún a pesar de nuestra historia y sala de trofeos, somos caza, no depredadores. Y es indignante.
Por eso paso de hacer sangre, no quiero señalar a nadie ni meter el dedo en la llaga, ni mucho menos dar argumentos a los que quieren jodernos. Sólo me apetece dejar correr el desastre de Las Palmas y apoyar al VCF en el peor momento de la temporada rogando que vuelvan el buen juego y las victorias aún a pesar de que, no me cabe duda, van a por nosotros. Y eso voy a hacer mientras pueda.
Amunt Valencia!!
jamacuco
Una vez más el VCF cayó en la trampa, en su propia trampa, y dejó escapar un partido que había encarrilado a los 5 minutos y que, de haber sido contundentes en el primer tiempo, habría sentenciado rápidamente. Pero no. El equipo volvió a ser inocentón y romo. A pesar de las múltiples llegadas a la portería canaria, faltó la lucidez de otros partidos, sobre todo la que mostró a principio de temporada. Además, si vuelves a tener despistes en defensa que te cuestan goles, peor todavía.
Decir que Marcelino pecó de soberbia por la alineación planteada quizás no sea del todo correcto, pues de haber cumplido los jugadores con su trabajo de forma más eficiente, posiblemente estaríamos deleitándonos con una victoria y en las rotaciones del asturiano. Sin embargo hay algo que aún le falta a este equipo, llamémoslo empaque, saber jugar al «otro fútbol» o ser inteligente sobre el césped. Cuando sacan al VCF de sus esquemas, se vuelve un equipo muy vulnerable y amorfo, como si el espíritu Neville poseyera al equipo. Y es lo que ocurrió después.
En la segunda parte Las Palmas salió a por todas mientras que el Valencia parecía que estaba a verlas venir. Para más inri llegó muy pronto la jugada del penalty, de esos que el trencilla Munera siempre ve en nuestra contra y nunca a nuestro favor; pero, sobre todo, lo que rompió el partido fue la expulsión de Paulista. Estúpida expulsión, ya que de todos es sabido que los árbitros de la Federación no permiten a jugadores del VCF lo que sí permiten a otros. ¿Injusta vara de medir? Sí. Pero los jugadores la saben, y la actitud de Paulista destrozó al equipo. A partir de ahí, a pesar de los cambios (que tampoco ayudaron), el VCF no existió. Estaban fuera del partido. La expulsión final de Vezo no supuso nada, pues el encuentro estaba muerto hacía minutos y el VCF tan sólo hizo un tímido e ineficaz intento a la desesperada en los minutos finales.
¿La actuación arbitral? Sibilina, como las últimas semanas, incluso acrecentada con un baño de tarjetas y ofreciendo inmunidad al contrario. El VCF ha de actuar pronto: por un lado en la Federación, llena de estómagos agradecidos hacia unos y rebosante de acidez hacia otros; por otro lado con los jugadores: han de saber jugar de una puñetera vez este tipo de partidos en los que los rivales (equipos y árbitros) nos saben buscar la rosca.
Jomi Lavarías
Inesperada y cabreante derrota, por muchos motivos, del VCF anoche en casa del colista. Inesperada porque viendo el comienzo del partido nadie esperaba que al final el partido derivara en la pérdida de los tres puntos ante un muy flojo rival. El Valencia salió con ánimo de dejar el partido sentenciado a la mayor brevedad posible. Y tras el gol de Mina todo parecía indicar que así sería. De hecho el equipo siguió y siguió y tuvo oportunidades para hacer el 0-2. Incluso Mina estrelló un balón en el palo tras un extraordinario pase de Rodrigo, que una vez más y no sé cuantas lleva ya este año, estaba firmando un partido fantástico, llevando y conduciendo las contras con una elegancia y una maestría sublimes. Así y todo, en el primer despiste atrás (muy acostumbrados ya a eso también) el golito encajado de todos los partidos. Pero la reacción fue buena y al descanso debimos habernos ido con ventaja clara en el marcador. A todo esto ya había comenzado la actuación memorable del árbitro, castigándonos con una amarilla cada tres faltas y media que hacíamos mientras los insulares llevaban cero amarillas de once faltas. Equitativo fue el hombre… ah, y amenazando a Marcelino con expulsarlo, claro, otro clásico de nuestra liga ya. Con todo esto ya estoy dando muestras de lo cabreante que fue la derrota. Pero sigamos…
La segunda fue parte fue un despropósito, de principio a fin. Por el juego, por el penalti en contra, por la absurda auto-expulsión de Gabriel Paulista (que sí, que fue poco profesional por dejar al equipo con diez, pero habría que habernos visto ahí a cualquiera de nosotros a 200 pulsaciones por minuto tras pitarte un penalti que solo se pita en el área del VCF que supuso el 2-1), por la nula reacción de un equipo que se partió por la mitad, por la avalancha de amarillas que nos seguían cayendo, por las impunes patadas de los canarios, por los cambios de un Marcelino desquiciado, por otra rigurosísima expulsión, por una expulsión perdonada a Halilovic tras patadón por detrás a King Kondogbia sin opción de jugar el balón, y por tantas otras cosas. El caso es que perdimos tres puntos que nunca debimos perder porque ahora nos viene una etapa de montaña con puertos exigentes y una eliminatoria incierta de copa.
Pero habrá que hacer borrón y cuenta nueva y pensar en Vitoria y en una victoria. Porque debemos y vamos a pasar a semifinales de copa. Porque este equipo no se nos va a caer, ya os lo digo yo. Y dejemos para otro rato los debates de si las rotaciones de Marcelino fueron convenientes o no. Ahora a a seguir apoyando.
Amunt!!
Ilustración del artículo vía valenciacf.com