Pasados unos días ya desde la Final de Copa, mas en frío pero aún con los sentimientos a flor de piel, toca hacer crónica o relatar la experiencia, maravillosa experiencia, vivida en Sevilla el pasado sábado.

Después de Milán me prometí a mí mismo que no volvería a otra final del Valencia. La derrota, o mas bien la forma en cómo se produjo aquella derrota, me hizo pensar, equivocadamente, que no debía regresar a otro partido de similares características. Aquello fue muy duro como todos sabéis, los que estuvisteis y los que no. De hecho ni estuve ni me planteé siquiera estar en Goteborg, Mónaco o Madrid ante el Getafe. Pero este año conseguí entrada y bueno, ¿por qué no en el centenario? Mucho tiempo sin viajar con el equipo. Tocaba.

Y allí nos plantamos el sábado. Viaje en el mismo AVE que el alcalde Ribó y pasadas las 13.00 horas llegamos a Santa Justa. Fuimos el último tren en llegar e íbamos a ser el primer tren en dejar Sevilla. Ya en la estación el ambiente era inenarrable. De la estación a la fan zone y de la fan zone, donde hacía un calor horrible, a una terracita de un bar en no sé qué parque para comer. Allí me encontré con el resto la peña Club 1919. Casualidad que en ese bar al aire libre se estaban celebrando una comunión y un cumpleaños, ambos con paella de por medio. Los invitados a ambos eventos nos deseaban suerte y nos exigían que ganáramos al Barcelona. Muy buen rollo. Tanto que nos empezaron a llegar platos de paella. La una cocinada con costillas, paella sabor arroç al forn, y la otra con pimiento. Lógicamente no ejercimos de talibanes paellísticos y dimos buena cuenta de los platos y, a decir verdad, no estaban malas.

Llegó la hora de irse para el Villamarín. El ambiente por los alrededores, espectacular. Unas cervecitas y para dentro. Dentro ya era la hostia. Nuestro fondo repleto, fondo norte como debe ser. Y con sombra. Ahí empezamos a ver que la cosa empezaba con buen pie, porque la afición del Barça, muy escasa en esos momentos, se achicharraba al sol. En esos momentos piensas que no puedes perder ese partido, que la deccepción sería gigantesca, y hace que te tiemblen las piernas.

No paramos ni un solo momento de cantar y animar al Valencia. Los preparativos y esa semi-ceremonia inaugural se hacía larga. Estábamos deseando que empezara el partido. Y empezó. Y el Valencia salió a por todas. De entrada esperó al Barça. Daba la impresión que no temíamos a ningún jugador excepto a Messi. Era al único al que, cuando cogía la pelota, le salíamos a defender tres o cuatro tíos. La consigna era clara. Y a la mínima salir a la contra a toda velocidad. Lección táctica de Marcelino a Valverde. Así a los 4 minutos ya pudimos cantar el gol de Rodrigo que sacó Piqué bajo palos. Tenía que llegar, les pillaríamos en alguna. Y llegó el de Gameiro. En el campo me pareció una jugada de contragolpe, pero viéndola en tv vino tras una posesión de casi un minuto en la que los barcelonista solo nos podían seguir con la mirada. Éxtasis. Abrazos. Íbamos por delante. Teníamos que mantener la concentración y seguir igual. Y vaya si seguimos igual. A la media hora pasada, otro latigazo. Soler, tras un pase al hueco de un colosal Coquelin, se marcó una carrera para la historia dejando atrás a Alba (no podía ser otro) y metió un potente centro a Rodrigo que puso la cabeza para hacer un 2-0 glorioso. Mestalla, perdón, el Villamarín, se venía abajo. 2-0 en el campo y goleada en la grada. Era vital llegar al descanso con esa ventaja. Y llegamos gracias a un paradón de un enorme, toda la noche, Jaume.

En el descanso todos decíamos que habría que marcar otro, sabíamos que alguno encajaríamos. Yo, si hubiera podido, me hubiese ido a casa. Lo teníamos en la mano y me daba miedo perderlo.

Comenzó la segunda parte como esperábamos. Igual que la primera pero con el Barça mas metido y haciéndonos recular. A veces, demasiado. Una falta de Messi que no queríamos ni mirar. El balón al palo. Pasaban los minutos, con mas miedo por sus merodeos por el área que por peligro real. La defensa estaba impecable. La lesión de Parejo… ay. Seguíamos aguantado. La afición sobresalía. Nos dejábamos la garganta gritando y las manos por aplaudir. Y marcó Messi. Lo sabíamos. Paradón de Jaume y le cae a él. Tiene imán el jodío. Y enmudecimos. Yo enmudecí. Y muchos. Pero otros seguían animando. Tenían fe en que lo íbamos a conseguir. Quedaban 18 minutos mas alargue, todo un mundo. Centros, córners, faltas laterales. Salíamos menos hacia arriba aunque alguna contra pudimos haber aprovechado. El tiempo pasaba y los últimos 10-15 minutos fueron un infierno. Creo que fueron los peores que he vivido como valencianista. No quería ver qué pasaba cuando ellos atacaban, me lo veía venir. Descuento. La galopada de Guedes, solo, la sentencia. Y la tira fuera. Sí, ahí vi que nos hacían el empate y en la prórroga estábamos mortimer. Córner en el 94. Ni me di cuenta, porque no estaba mirando, de que Cillesen subió. Escucho el rugir de la marea valencianista. Miro y Jaume tiene el balón, se la da a Guedes y este va solo. En ese momento no sé qué está pasando, por un momento al no ver a Cillesen creo que la jugada no es válida, estaba confundido. Y la vuelve a tirar fuera. Pero aquello ya estaba acabado. Ahora sí, sufrimiento fuera. Pita Undiano y la locura. Abrazos con los compañeros de peña, abrazos con todo el que pasaba por allí. Y lágrimas, muchas lágrimas. Éramos campeones en una final increíble. Por el rival y por cómo la jugó este equipo. Orgullo. El puto Valencia. Impecable actuación de todos los jugadores y del cuerpo técnico. Llamadas eufóricas desde casa, en las que apenas podía escuchar nada pero sí que les podía transmitir la locura que era el Villamarín. Una copa tan deseada como necesitada por toda la afición y por el club. Me alegro mucho por todos nosotros, pero sobre todo por el Valencia CF. 11 años sin tocar metal son muchos. Hemos pasado tiempos de sequía mayores pero en la actualidad un título fideliza a los más pequeños, y hará que los Messi y Cristiano pierdan protagonismo porque el Valencia ganó al equipo de Messi.

Tocaba volver con una sonrisa imborrable en la cara. A las 4.30 llegábamos a la estación Joaquín Sorolla y de ahí a casa. Hasta los gatos me esperaban felices.

Sí, volveré a una final porque es lo más grande que uno puede vivir.

Gracias VCF.

Amunt!!

Un comentario en “Centenariazo Emocionante crónica de la Final de Copa narrada en 1ª persona por @Jomilavarias desde Sevilla.

  1. Lo más grande que uno puede vivir….
    Inenarrable
    Glorioso
    Colosal

    Lastima no haber estado y enorme alegría por los que han estado y se les aprecia haber disfrutado lo máximo.

    Amunt!!!

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