Con el tema de la entrada de las radios a los campos de fútbol a partir del jueves que viene les reconozco que mi opinión ha cambiado. Primero era partidario de la narración desde los estudios de cada emisora, contando lo que vemos todos por la tele. Y, de paso, los raritos como servidor podremos quitar la voz a la narración televisiva y seguir la radiofónica que más nos guste sin el retardo. Sí, ya sé que está la opción de poder elegir radio generalista u oficial del club. Pero no las locales, que tienen más nervio del terruño. También entiendo que es un postura extremadamente egoísta por mi parte. Pero es lo que hay, que diría el directivo futbolero. En estos casos, cualquier piedra con la que convertir el frío ambiente en calor de ondas, me vale. Y como las frutas y verduras, la radio, de proximidad.

Pero ahora estoy totalmente a favor. Y en el mismo saco a los reporteros gráficos, por supuesto. No todos los narradores son iguales y no todos los fotógrafos tienen la misma sensibilidad para inmortalizar momentos. Por eso, los francotiradores de la imagen deben tener su lugar. Imaginen que cantidad de posibilidades que pueden encontrarse ante un estadio vacío. Pueden salir verdaderas obras de arte, una narración gráfica del fútbol silencioso que nos toca vivir. Con cierto aroma de comida preparada. Saciante, cumpliendo su función de alimentar, pero no muy sana y seguramente sosa. Y la fuerza visual de las imágenes estoy seguro que podría dar para una exposición en un futuro cercano, con una selección de las mejores para que no se nos olvide que se fueron más de veinte mil personas, que aplaudíamos a las ocho de la tarde por los sanitarios, fuerzas de seguridad y personal de abastecimiento y que le dimos importancia a las cosas verdaderamente importantes. Porque tengan por seguro que, por momentos, se nos va a olvidar.

Por eso, sintonizar el dial de su emisora favorita ha de ser un ejercicio de democracia radiofónica. Favorita o de odio. Que seguro que hay gente que escucha a determinados comunicadores para reafirmarse en su contraria opinión. Es bueno hacerlo. Saludable, incluso. Y el profesional que narra el partido tiene, más allá de la circulación de la pelota, la capacidad y la obligación de cantar y contar lo que sucede alrededor. Gestos de banquillo, pequeñas batallas deportivas fuera del foco, corazones en la garganta y un sello personal y propio. Todos tenemos voces favoritas. Imaginen la suya. Y esas voces, a veces, erizan la piel. Y te ponen un nudo en la garganta. Y todo esto, por la bicefalia informativa que existe en el deporte en general y el fútbol en particular, solo sucede en Valencia con las emisoras locales. Como sucederá en Zaragoza con las suyas o en Sevilla con las propias que narren allí. Vayan ustedes fuera de las fronteras de la región a seguir un partido de su equipo. Como la saga de Tom Cruise, misión imposible.

A la radio hace tiempo que la quieren matar. Ya lo cantaban The Buggles allá por los 80. El vídeo mató a la estrella de la radio, llegaron las imágenes y rompieron tu corazón. Pero la radio, como el propio rocanrol, tiene más vidas que un gato. Y lo hemos vivido en esta reciente encerrona casera. La radio ha sido más compañía en directo que cualquier formato de imagen en directo. Sí, han habido programas en YouTube o directos en Instagram. Pero eran solo el medio. Era radio disfrazada. Y en el fútbol, en esta liga postiza, queremos escuchar a nuestras voces cercanas, las favoritas de cada uno. Como imagen de unión, la que ilustra este artículo, Gaspar Rosety, La Voz.

La canción de hoy, por no ser tan obvio con The Buggles, por la frescura que desprende y por ser lo que es, una declaración de intenciones, es  «On the radio» de The Right Ons, porque no podemos dejar de cantar, ni narrar, en la radio. Sigan cuidándose.

#QuédateEnCasa

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