La balada del Bar Torino de Rafa Lahuerta Yúfera se puede considerar crónica, memorias, confesión, obra política, novela, etc. Da lo mismo. El caso es que es un libro que todo valencianista que se precie debería leer, y que a su vez, trasciende al club, aunque siempre se encuentra impregnado en la atmósfera y la memoria-corazón del narrador. Estructurado en capítulos cortos, casi diría que fascículos, permite al lector otorgarse los respiros necesarios -muy necesarios para los tipos de lectura lenta como servidor-. Iré más lejos: considero que es un libro perfecto para que los jóvenes (valencianistas) se inicien con devoción en la lectura.

Nada más abrir el libro uno se encuentra con el gran poeta contemporáneo Fonollosa, de exigua obra mas indudable calidad. Le siguen citas de Nietzsche y Bolaño, nos frotamos las manos. Cada fascículo posee una cita introductoria con temática relacionada a lo que se nos va a contar. No por casualidad Lahuerta era el ideólogo de las pancartas del Gol Gran. Frases cortas y directas. Desde el comienzo sabemos que la nostalgia por los tiempos pasados recorrerán todas las páginas del objeto.

“Aceptemos que existe un club llamado Valencia que nunca podrá ser el Valencia. Si el Valencia fuera sólo el Valencia ardería en mitad de la plaza del Mercat como la falla de sección especial que en realidad es. Si aún sobrevive es a pesar de la pirotecnia, su verdadero carácter. El Valencia es mundano, contradictorio y neurótico, eco feroz de las clases medias por ilustrar (…) El Valencia nació en un bar, no en un colegio, ni en una sacristía, ni siquiera en una farmacia como el Benfica lisboeta. Lo hizo además en marzo, durante las fallas de 1919.” (p.9)

Como fallero y valencianista, Lahuerta dispara sus pensamientos interiores, recuerdos y opiniones, sin anestesia, lo que sin duda atrae de forma inmediata al lector (valencianista). Poco después dice: “Sobre las cenizas del mundo que Blasco Ibañez inventó se sostiene la mentalidad de un club que disfraza todas sus carencias con las palabras que otros le han impuesto. Son palabras de otras tribus. Jerga extranjera (…) Por eso el Valencia jamás tuvo un eslogan simpático o patriótico, o una frase rotunda que resumiera su metafísica (…) Sus códigos son intraducibles. Es una forma de vivir. Mediterránea, festiva, lúdica, efímera.” Para Lahuerta no cabe duda de que el Valencia desde siempre ha sido avejentado por España y su centralismo, en todos los sentidos, como antes también fueron ninguneados por la sociedad mesetaria Joaquín Sorolla, Mariano Benlliure o el propio Blasco Ibáñez. Dos hechos escaldan especialmente a Lahuerta en el devenir del club: el cambio de FC Valencia a Valencia CF y más adelante la transformación a Sociedad Anónima, ambos obligados y bajo criterio arbitrario. Tampoco olvida Lahuerta el desempeño arbitral desfavorable que ha sufrido el club en muchos momentos decisivos. Valencia siempre ha sido maltratada por Madrid, lo sigue siendo en la actualidad. Quizá porque fue el último reducto republicano, cavila.

Kempes, mito del autor, posando con su libro
Kempes, mito del autor, posando con su libro

Con gran emoción, Rafa nos cuenta la relación desde niño con el Valencia y con su familia, íntimamente ligados. Cuando uno termina el libro, no concibe la imagen del narrador o de su padre, la persona que más le marcó, sin su Valencia. Va más allá y nos cuenta la historia del Valencia (y su familia) desde antes de su nacimiento, así conocemos cómo su abuela tuvo que huir de su pueblo por tener un vástago fuera del matrimonio. Cómo se conocieron su madre y su padre. Etc. Se hace hincapié en las figuras que han vestido la camiseta del Valencia: desde Waldo, Wilkes, Puchades, Claramunt, Kempes, Subirats, Solsona, Baraja, etc. Para Rafeta sobre todo Kempes: ídolo máximo. También se loa la labor de directivos olvidados como Vicente Peris, Luis Casanova o Arturo Tuzón. Es valiente Lahuerta ya que no duda en poner nombres y apellidos, despachándose a gusto con Paco Roig, el primer oportunista que vino al club a servirse de él en lugar de a servirle, y para él el gran artífice de la decadencia del Valencia como equipo de todos. A su vez dispara contra todos esos supuestos valencianistas que fueron los primeros en vender las acciones a suculento precio a Soler, ayudando a que sucediera lo actual: el Valencia ya no es de sus socios. O los socios del Valencia ya no son el populacho. Julio Insa también se lleva su puya al ser calificado de “charlatán de feria”.

El recuerdo de una ciudad que ya no es la misma nos alumbra, las miserias vividas, situaciones trascendentales, derrotas y victorias del equipo de sus amores, los desengaños. Se muestra el ser humano, y como tal, resulta contradictorio: el fútbol no es lo más importante en la vida y en cambio la narración muestra lo contrario en su propio caso: de hecho, es frecuente verle asociar fechas familiares importantes con relativas al Valencia. Una imagen guardada en la memoria, imaginada en la retina, escena mágica, es aquella en la que viene a decir que nunca había visto llorar a su padre, ni cuando le dicen que tiene cáncer, salvo en el descenso del Valencia. La enfermedad que es la adicción al Valencia, el sentimiento irracional de ser valencianista, traspasa las hojas. Lector, que también es valencianista desde antes de tener uso de razón -aunque nunca tuvo un padre al que le gustara al fútbol, lo que hizo que lo viviera de forma distinta- no puede evitar verse reflejado y representado. Y por añadidura, emocionado.

Quizá las páginas menos lúcidas son las más cercanas a la actualidad, el filtro del tiempo no ha podido hacer todo el trabajo de selección.

Una novela che de gran calidad literaria, emocional e histórica.

Si quieres comprar el libro.

OTROS ENLACES DE INTERÉS:

Reseña por Lobo en Diario de Mestalla
Reseña en The Barraca por Desmemoriats
Reseña por Paco Polit
Reseña por Paco Lloret en Las Provincias
Reseña en La cueva del gigante
Reseña en Los días de la playa
Reseña en El armario desordenado
Reseña en Jotdown

PD. Muchos textos del autor se pueden encontrar en el blog Últimes Vesprades a Mestalla y en la web Diario de Mestalla.

Foto: Twitter de Paco Lloret

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