Sergi Calvo

La confección de esta plantilla del Centenario se ha realizado, en mi opinión, bajo el paraguas de un optimismo que, justificado, puede haber tapado algo las carencias e incógnitas en alguna posición importante. Además de esto, el evidente hecho de que afrontamos una temporada tan durísima como ilusionante, puede crear turbulencias que, de no ser bien manejadas, conduzcan al grupo y al club a una mala experiencia.

Comencemos. La portería es indiscutible: Neto, con su sobriedad y eficacia puede marcar una época y Jaume, asumiendo su rol, debe seguir sumando intangibles amén de disfrutar de la que será su Copa y algún minuto que pueda arañar y disfrutar.

La defensa plantea la primera de esas “incógnitas angulares” a las que nos referimos: Murillo. Si es cierto que el colombiano está en pleno proceso de recuperación de sus mejores sensaciones y consigue recuperar, precisamente, ese gran nivel que intuimos el año pasado, la defensa podrá funcionar de manera competente. Sin embargo si, como se barrunta, el colombiano está crucificado por Marcelino y no cuenta apenas, la irregularidad física de Garay puede hacer que la defensa haga aguas por su línea central. La llegadas de Diakhaby y Piccini en banda son refrescos necesarios; aunque su rol no va a ser determinante, sí que sería de enorme utilidad que su aportación fuera positiva.

El centro del campo ofrece también alguna de éstas incógnitas; la primera, el inexplicable corte en la progresión de Nemanja Maksimovic, y más ante el que creo mayor desafío de plantilla que tiene el Valencia en esta temporada, que es la recuperación satisfactoria de Coquelin. El optimismo y las buenas sensaciones que está trasmitiendo su recuperación no pueden hacernos olvidar que se trata de una lesión, la del tendón de Aquiles, tremendamente delicada y peligrosa, que en caso de recaída o recuperación no plena sume al equipo en un problema gravísimo, ya que dejaría huérfano al sistema de su pieza fundamental ante una hipotética baja de Kongdobia. El centroafricano es el eje y la base de su equipo, confiar con inusitado optimismo que Coquelin estará pronto para cubrir una hipotética ausencia del seis, es un riesgo mayor que se asume en planificación, pero que está perfectamente presente.

Otra gran incógnita es si Marcelino, por fin, dará confianza y continuidad a Carlos Soler en el centro de operaciones. Si es así el rendimiento del joven canterano es, como se espera, satisfactorio, el Valencia tendrá bien cubierta esa faceta; de lo contrario, seguir apostando como unidad central por Dani Parejo, un año más, puede, en especial cuando vengan duras, abocar al equipo al fracaso más estrepitoso. Ésta es, sin duda, la temporada en que Carlos Soler debe ocupar la sala de máquinas y asumir, para los próximos lustros, los galones que por calidad, presencia y jerarquía le corresponden.

Las llegada de Wass va a ser de enorme utilidad, en particular si Soler ocupa ese ansiado centro del campo, Cherishev cubrirá las puntuales ausencias de un Guedes que es, indiscutiblemente, el arma homicida que necesita el equipo de Marcelino.

En la delantera, la discutida salida de Simone Zaza ha sido cubierta con la llegada de dos delanteros de cierto nombre y expectativa: Batsuhayi debe confirmarse como crack mundial mientras que Gameiro, jugador muy del gusto de Marcelino tendrá que aportar trabajo e inteligencia táctica… ésa que le sobra a Rodrigo, del que se espera prolongue el modo estelar y diferencial que mostró el curso pasado.

En mi opinión, la clave del éxito táctico del equipo va a residir en las ayudas que entre diferentes posiciones permitan que el rendimiento de las diferentes líneas sea óptimo. Me explico: que Kongdobia (y Coquelin) aporten el trabajo y la jerarquía suficiente como que para la defensa, el trabajo sea más asumible y sencillo; igualmente, del rendimiento de un Guedes estelar y diferencial va a depender, directamente, la apertura de espacios y posibilidades de nuestros delanteros.

Resolver estas incógnitas será el trabajo de Marcelino en esta tan dificilísima temporada que ahora comienza y que tan apasionante e ilusionante se presenta.

No obstante, creo que el mayor riesgo de este club no es táctico sino mental: La carencia de un objetivo concreto. Así como la temporada pasada el objetivo entrar en Champions era más que evidente y la manera de conseguirlo era bien sencilla: Jugar cada envite por los tres puntos como si fuera la final más importante de nuestras vidas; en este curso centenario, estos objetivos se diluyen o mejor dicho, se amplían como cabezas de serpiente en cabello de Hydra. Es evidente que volver a Champions es un objetivo esencial y operativo del club pero se hará difícil enfilar un partido contra un equipo de media tabla en pleno noviembre cuando días después se tiene un partido de Champions League en Old Trafford u otro glamouroso estadio. Esto puede hacer que el equipo dosifique, se divida y distraiga (Evidentemente porque hacer una digna Champions League y una buena copa son también objetivos irrenunciables) con lo que nos enfrentamos ante el reto de jugar TODOS los partidos como si fueran finales, de liga, Copa y Champions. Muy complicado (Y más en un equipo que mostró años anteriores cierta tendencia a la selección de esfuerzos y el distraimiento). El Valencia es un equipo capaz de ganar a cualquiera, de ahí que la ilusión ante este año sea enorme pero también todo el mundo ha aprendido, y los jugadores y cuerpo técnico esperemos lo hayan hecho, capaz de perder contra cualquiera si no juega cada partido, cada tiempo, cada minuto de competición, contra quien sea, dónde sea y cuándo sea, al máximo de sus posibilidades.

La máxima “Partido a partido” va a ser la clave del éxito de esta temporada centenaria, creérsela y aplicarla de verdad, un imperativo.


 

Mario Selma

Somos de Champions. Y con esa premisa ha afrontado el verano la parcela deportiva de la entidad. Movimientos pensados para dotar de más y mejores herramientas a Marcelino. Saco este y meto aquel, que según el criterio de los técnicos es más adecuado para su libreto. Sin miedos ni cortapisas. El balance de las entradas y salidas deja un saldo positivo –desde aspecto deportivo– respecto a la temporada anterior. Se ha mejorado ostensiblemente la capacidad global del plantel, aumentando la calidad –sobre el papel– de la segunda unidad y dejando dobladas todas las demarcaciones excepto el carril del ‘2’, lo que proporciona más recursos para el comprimido y exigente curso que se avecina.

Pasemos al análisis detallado:

  • PORTERÍA | Sin novedad. Continúa un binomio de competencia sana: asumen su apriorístico estatus en el equipo de modo condescendiente en pro del vestuario, se respetan mutuamente y dejan de lado aquellas guerras intestinas con la prensa como vector tóxico. Neto es un portero que no descuella de modo sobresaliente en ninguna faceta específica, mientras bordea la tara en alguna –salidas y juego aéreo–. Lo que viene siendo un guardameta resultón. Se ha ganado el respeto de Mestalla con intervenciones que unas veces hicieron sumar, y no restar otras, puntos en el casillero. Eso tiene un valor que se ha de reconocer y recordar cuando tenga una mala tarde. No obstante, sigue siendo una posición mejorable si nos ponemos exquisitos o buscamos la excelencia en contexto valencianista, ya que, pese a sus atributos, queda lejos de ese cancerbero que transmite seguridad plena a la línea defensiva. No se palpa esa comunión zaga-portería de antaño. Respecto a Jaume, mismo pensamiento que hace 3 años: paradigma de perfecto suplente. Reúne condiciones suficientes para el papel que encarna en este Valencia. Y no hay más. Al nombrado mejor portero de la primera vuelta de La Liga 15/16 podemos exigirle más cosas de las que ya sabemos que no va a ofrecer, con tal de arrearle por no sé muy bien todavía qué tontuna aversiva. Igual que sus megafans, los que le escriben al ‘gato’, otorgarle virtudes que no ha logrado sostener durante su periplo che.
  • DEFENSA | Cinco centrales y tres laterales natos. La ecuación renquea solo de leerla. Se apuntala la zona central y se vuelve a dejar huérfano, porque seguramente la mata ya no daba para más, el flanco derecho. Hablar de Garay es hablar del central más completo y fiable del roster, pero con la rémora de las lesiones y no haber logrado evolucionar en un Ayala u Otamendi  de la retaguardia. El ojito derecho de Marce, Paulista, cuenta con el beneplácito de quien decide las alineaciones y el de esa parte de la afición proclive a palmotear a futbolistas impetuosos. Más efectista que efectivo si analizamos de forma aséptica sus actuaciones, con errores groseros de marca y en juego aéreo —innegociable para un central nivel Champions—. Murillo, el zaguero con mejores dotes físicas, ha pasado al ostracismo más absoluto de manera fulminante. El astur se lo ha cepillado. Sin ambages. Tan cierto es que el colombiano llegó  a cotas muy altas, como que tras su lesión no ha vuelto a parecerse ni por asomo. En el (todavía lejano) horizonte empieza a asomar un caso Rami, si se acaba enquistando la cosa —no descartable—. Pasamos al patito feo, Vezo, un polivalente defensa que sin amasar características destacables en ningún aspecto —quizá su avispada lectura en anticipación—, es el actual central con menor ratio fallos/minutos jugados. Incontestable en ese sentido, aunque haya aficionados a los que les sobre un chaval cumplidor, nada mediático y con ciertas limitaciones. Y aterrizó Diakhaby, el “central de los 15 kilos que deberían haberse destinado al recurrente lateral derecho”. Una costosa apuesta personal de Longoria, su juguete de presente y futuro. En los partidos que hemos podido escrutarlo se divisa un espigado muchacho que no se esconde tras su pareja de baile, tácticamente algo atolondrado por momentos, transmitiendo la sensación de no ser un prodigio con los pies —tampoco un tuercebotas, incluso más que correcto a la hora del primer pase— ni tener mucha cintura ante delanteros habilidosos, pero bastante solvente en duelos aéreos y de choque. Todo ello contextualizando que se ha colado en el once de manera prematura más por necesidad que seguramente por convencimiento o méritos tangibles. Entramos en terreno pantanoso, el archiesperado lateral diestro. 8 millones mediante, llega Piccini. El plan B. La vitola de defensa despistado y frágil tiene visos de perdurar a corto plazo y corre el peligro de quedar herrado para los restos en una plaza como Mestalla. El italiano, cuyas credenciales son altura, físico y prodigalidad ofensiva, es un lateral moderno: de recorrido, tácticamente laxo y más operativo en fase atacante. Pero cómo no, se trata de un elemento defensivo. Y sellar su ala debe ser el primer mandato a cumplimentar. Tiene faena el entrenador, porque la decisión de no traer un recambio nato y de nivel resta competitividad en dicha demarcación y deja casi todo en manos de quien genera muchas dudas. Y claro, uno no puede evitar rasgarse las vestiduras tras tanto tiempo sin un ‘2’ potable. En la otra acera, Gayà. El de Pedreguer sigue madurando futbolísticamente, limando defectos que inexplicablemente ha ido incorporando estos 2 últimos años. Dicen que ha mejorado bastante, especialmente en labores defensivas, pero en realidad solo —que no es poco— ha paralizado su sangrante involución para ir restableciendo poco a poco esa versión con la que irrumpió en la élite. Se muestra más férreo con su par —no tanto en centros laterales cuando le llegan de cara—, se sigue incorporando con cuentagotas —creo que por orden expresa del míster, que no quiere descuidar las vías de entrada enemiga— pero todavía de manera poco eficiente. Participa en el juego, aunque no de manera diferencial como otrora una llegada a fondo batiendo líneas o centros medidos. Aun así el nuevo internacional no está desentonando en un entramado defensivo de poca enjundia consistente. Su competidor, Lato, no supera al teórico titular en ninguna característica. Por eso no ha puesto en apuros a Marcelino hasta el día de hoy. El canterano es la parquedad hecha futbolista. No por ello un defecto, sino al contrario en su caso, hace de esa sobriedad su punto fuerte. Cumple moderadamente —también con actuaciones deficientes— cada vez que le toca salir y no supone un problema en banquillo. Sí es cierto que si no da un paso adelante, de algún modo, le va a acabar atropellando alguno de los laterales zurdos con cuño Paterna que vienen pisando fuerte desde abajo. Ley natural de cantera.
  • MEDIOCAMPO | No hay mejor manera que arrancar con el kingKondogbia se ha convertido en bastión del inamovible doble pivote mixto de García Toral. El franco-centroafricano no es solo músculo, presencia, desgaste, recuperación y supremacía por arriba, sino que además ofrece apoyo constante en línea de salida cuando le toca hacerlo al compañero, mientras que como repartidor de juego tampoco desentona —con alguna pérdida no forzosa en zona roja que evoca su etapa neroazzurra—, a lo que añadir su pegada a media distancia. Por tanto, estamos ante un centrocampista total que dota de empaque al conjunto, influencia en juego organizativo y llegada. Una verdadera suerte tenerlo con nosotros, más habiéndolo adquirido a coste de jugador mediano, siendo top. Su sustituto natural, Coquelin, en poco tiempo dejó la impronta de medio canchero: proactivo, fajador y que muerde en fase defensiva, dejándose caer en zona de tres cuartos de manera comedida. Materia prima para rotaciones. Vamos con el capitán, Parejo, del que ya ni recuerdo cuándo me bajé del sempiterno y fútil debate, por radicalizado. Años después, el de Coslada continúa siendo el único mediocentro creador. Esa es su principal condena. Esa y que para el entrenador es intocable, incluso cuando no está bien. El madrileño tiene más virtudes que defectos, a mi entender, como bascular el juego, compasar los tiempos y no perder el sitio asiduamente. Cualidades muy difíciles de encontrar a la vez en un mismo jugador, por muy hastiados que estemos del cromo. También defectos, alguno enviciado, como su particular manía por arriesgar donde no debe y su desconexión durante fases del encuentro. Esto último lastra mucho el rendimiento del bloque, debido a la dependencia del a veces insuficiente doble pivote y ausencia de plan B —echo en falta más pizarra por parte del míster—. Pero su figura entraña tamaña controversia que acaba desvirtuándose el dictamen ecuánime, poniéndose fin a la objetividad y dando rienda suelta a la cansina tendencia filifóbica. Wass, la nueva navaja suiza del equipo, es el fichaje bueno, bonito y barato de este verano: ofrece soluciones en varias posiciones y siempre con ese plus actitudinal tan marceliniano. Por el centro hace de Parejo y volcado de Soler o Guedes, pero en ningún caso se asemeja a esos perfiles. Es otra cosa. Está por ver, ya que es demasiado pronto, si sale indemne de tanto vaivén posicional y no acaba convertido en otro nadacampista. Nada por aquí, nada por allí. Turno para Carlos Soler, el hombre en cuerpo de adolescente que eclosionó sin pedir permiso. Su adultez futbolística es insultante. Solo un jugador con tal talento, mentalidad y capacidad técnica está en disposición de adaptarse al medio táctico de turno sin notarse mucho las costuras. Se puede, y debe, discutir sobre la conveniencia de la demarcación más idónea de acuerdo a sus características, dónde ofrecería mayor rendimiento al equipo. A mí me gusta ’en banda’, que no ”más en banda”. Me agrada porque yo a Soler lo considero un centrocampista de ruptura, superar líneas rivales y finalizar arriba – con fuerte disparo por explotar–. Un agitador en la medular. No sé si algún día podrá ser canalizador, porque tampoco lo tenemos tan visto en ese cometido, pero en actual dibujo es complicado incardinarlo ahí sin permitirle ciertas licencias. Su inercia trequartista está ahí y no podemos prescindir de sus ramalazos ofensivos por meterlo con calzador en un rol muy específico y encorsetado –si queremos que el equipo no se resienta en la zona más vulnerable–. Pero el chico está tocado por una varita y no seré yo el que le ponga techo ni le encasille insustancialmente. Hablemos de otro diamante en bruto, el querube Ferran. El extremo más extremo de todo el plantel. El chaval que cursa estudios superiores sin sacarse la ESO. El de Foios es vertical, rápido, descarado y con un gran centro. Potencial en zona exterior –que escasea– como arma desatascadora. No dudo que tendrá protagonismo en un calendario apretado. Con él, sin prisa pero sin pausa. Guedes, o lo que es lo mismo en quien están depositadas las esperanzas, es la pieza con mayor factor diferencial. Dribleador, de arrancada y zancada imparable, gran asistente y de tiro certero. Tu machete más afilado, listo para rebanar defensas enemigas. A Cheryshev, refuerzo sorprendente por inesperado, lo tenemos calado y sabemos de lo que es capaz de ofrecer si las lesiones le dan cuartel: verticalidad cuando mete la directa, asociación y mucha llegada. El ruso sella una banda izquierda de categoría.
  • DELANTERA | Rodrigo es el alma mater de la delantera. La biela mediocampo-ataque en la que se sustenta toda la mecánica de Marcelino. Entre líneas se mueve, recibe, descarga y capacita al 9 referencia, a la vez que profundiza y finaliza. Hace de todo. Y ahora le sale bien. Con el hispanobrasileño en racha el frente atacante toma una dimensión superior. Y llegó el pretendido, Gameiro. El 9 de Marcelino. Que se enfrascó hasta el final —sacrificando a Zaza— por disponer del ariete de corte diferente. Kevin encaja en su ideario por movilidad, rapidez y atacar el espacio. Además de gol. Expectante por comprobar si acaba por entenderse con el ‘19’ y forman una dupla punzante. Seguimos con Santi Mina, el señalado. Ni con unos buenos guarismos detrás y una actitud irreprochable delante se despoja del sambenito de jugador mediocre. El gallego no es estiloso ni preciosista, sino un simple obrero del gol. No convencen a una gran parte de la hinchada sus aportes al juego colectivo: presión, derroche, desmarques, pases y espíritu combativo. Sus no-controles y carreras a trompicones son el poso para el raje continuo. Lo único que puedo decir es que no se le debería negar el pan a un tipo como él. Por último, Batshuayi. El belgacongoleño sí nació para jugar en el VCF. La incorporación de Michy, delantero potente con buen juego de espaldas, remate y olfato de gol, aumenta mordiente atacante y completa un cuarteto muy equilibrado. A priori pocos estarán descontentos con una delantera de lujo. Impensable allá por el mes de junio.

Objetivos 18/19. Como el tocho se está pasando de madre, cortita y al pie: el mediato —por genuino— siempre es quedar entre los cuatro primeros en Liga, hacer un buen papel en competición europea y no tirar la Copa de manera vergonzosa y descarada. El inmediato, una vez valorada la plantilla y presumibles competidores, es intentar acortar distancias respecto al tercero de Liga, no acabar último en el grupo de Champions y llegar mínimo a cuartos de Copa. No confundirse, estos son los objetivos mínimos, con los que deberíamos quedar suficientemente satisfechos a final de curso, pero aquí no se renuncia a nada. A nada.

 

 

 

 

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