Como mandan los cánones, el pasado agosto quedó establecido el orden jerárquico de la capitanía para la presente campaña: Dani Parejo, Diego Alves y Javi Fuego (este último motivado por la larga lesión del guardameta brasilero). Franquicias sobre las que el míster edificó su bloque nunista y en los que deportivamente tiene una fe cuasiperpetua hasta la fecha. Pero esta entrada no versa -titular apócrifo, perdón- sobre el tino a la hora de seleccionar los perfiles más idóneos -el ’10’ y su carisma- como portadores de un brazalete en horas bajas, ni de la inédita situación que conllevaría sacar de una tacada a los dos capitanes del once -con San Diego en el dique seco, me pregunto quién sería el siguiente en la lista-, sino de probar nuevas alternativas con intención de encontrar soluciones a un trivote que no carbura, que ya no se impone ni desarrolla su plan.
Fuego, uno de los integrantes del isósceles defensivo que cerraba a cal y canto las vías de entrada, ha dejado de ofrecer el rendimiento de la temporada pasada; llega tarde, pulula por su radio de acción más desamparado que nunca y sigue lejos de aquel ubicuo pivote remendón al que aplaudíamos actuaciones impecables. Bajando el listón de su cénit futbolístico aflora un mediocentro limitado, con la consecuencia de no cumplir con las expectativas si no raya a la perfección. Y eso es un problema.
Parejo, que desde que aterrizara con calzador el santotomense no le hemos visto ni una pizca del fútbol que atesora en sus botas -por filosofía de juego y estructura táctica-, lleva un inicio de curso apartado del protagonismo esperado en la medular acorde a su rol y peso en el equipo. A mí no me preocupan sus pérdidas continuadas de balón -entendiendo que irrite a la grada, no comulgo con los pitos durante el transcurso- ni su cromosómico trote galbanero, sino desaparecer del mapa de calor influyente. El de Coslada hizo mejor a André desde su gris cometido -aquello del ‘Sancho Parejo’- y potenció la llegada con goles providenciales, pero sin todo ello el capitán deambula sin pena ni gloria por un mediocampo abismado en una sima que se está tragando a destajo a dos piezas cardinales del rompecabezas.
Una de las mayores licencias que puede regalarse uno es poder opinar sin compromisos, favores, amistad o cualquier otro factor que pueda adulterar un dictamen personal equitativo. Cuando uno vive alejado de la idolatría futbolera -que no predilecciones, todos las tenemos- puede dejar de defender lo indefendible sin problemas de conciencia o atadura pública, y si semana tras semana estamos siendo testigos de un príncipe disparejo y un Xavi Foc sobrepasado por las circunstancias, pues toca decirlo y no escurrir el bulto. Nadie entierra lo hecho, nada cambia lo escrito, solo es reflejar desde nuestro atalaya subjetivo lo más fielmente posible la realidad actual que inunda nuestras percepciones.
El Calderón no es la fecha señalada, pero la regla es tocar lo que no funciona -sin omitir la cuota de responsabilidad del técnico y el estado general del grupo- y, de paso, mantener a raya un pasado de vacas sagradas -meritocracia y egos-. La tontá esta volará de mi cabeza en el momento que dos de los principales causantes del Valencia de los 77 puntos vuelvan al redil. Mientras tanto, ¿algún día Nuno nos mostrará al 4º capitán?