Paco Garcia Polit 

Necesito sacarme esto de dentro, así que pido disculpas por anticipado por el tono y las palabras gruesas. Pero la situación ha alcanzado un punto en el que, al menos quien esto escribe, ha tenido bastante.

En esta santa ciudad repleta de gañanes y aprovechados de todo pelaje y procedencia, hay más de uno que piensa que, tras haber arrimado el hombro para que Lim aterrizase, tiene derecho a decirle lo que tiene que hacer.

Y así, amigas y amigos, no funciona el mundo.

Semejante disparate ideológico tiene dos implicaciones muy claras: la primera, que dichos presuntos ‘profesionales’ tiraron por el sumidero su propia ética y deontología –si alguna vez tuvieron algo parecido a eso- al tomar partido en un proceso de venta del que había que informar y no posicionarse; la segunda y más grave, el atribuirse un particular derecho de pernada moral sobre un señor que sí ha puesto casi 200 millones de euros sobre el tapete y que, por lo tanto, ha comprado a golpe de billete gordo la posibilidad de hacer y deshacer a su antojo. Que para eso el gato es suyo. Y cuando hablo de gato, quiero decir el club.

(También, como es evidente, hay gente que hizo campaña para que Lim no aterrizase aquí. Aunque, en su caso, es más comprensible que dediquen su tiempo y energía a recordar cuál fue su postura cada vez que el magnate se la pega al tomar una decisión. Al menos, son consecuentes.)

Últimamente, los desesperados intentos de influir, de forma directa o indirecta, en las decisiones de la cúpula de Meriton son burdos y evidentes. Cantan por soleares. El ejemplo más claro llegó hace unos días, tras el nombramiento del nuevo director deportivo. Recibido con cierto alborozo por un sector del entorno –casualmente, el que encabeza la oposición a Meriton desde hace más de dos años-, con muchas dudas por una gran mayoría –entre la que me incluyo- y rechazado frontalmente por otra facción, temerosa de perder la posición privilegiada en el ámbito informativo que posee desde verano de 2013. Una charlotada. Alabanzas y críticas feroces a Suso sin haber pisado Valencia. Un espectáculo dantesco al que hay que buscar explicación. No la tiene. Pasamos, pues, a buscar indicios que nos la puedan ofrecer. Y encontramos amenazas, advertencias y frases lapidarias. “Lim, ni se te ocurra…”. “Más le vale a Peter no…”. “Ten cuidado, Lim, que…”. “Peter, hazme caso…”. Muy duro. Muy crudo. Y muy lamentable, para qué nos vamos a engañar.

Aquellas personas que creyeron en Peter Lim con sinceridad, con bonhomía, con ilusión, con la desesperación de aquel que se acoge a la única esperanza en medio de la oscuridad… Esos aficionados siempre han merecido, merecen y merecerán mis respetos. Y mi agradecimiento eterno, porque de esos aficionados se nutre una entidad cuasi centenaria cuya carrocería puede tener más o menos brillo en función de la inversión, pero cuyo motor, cuyo corazón, debe ir siempre engrasado a base de sueños, deseos, ilusiones y sentimiento. Tienen derecho al pataleo, a la queja, al ‘raje’ y a una estatua en el camposanto por aguantar lo que tienen que aguantar semanalmente por ‘culpa’ de sus colores. Hoy lo escuchaba a un padre en Mestalla, en un asiento cercano al mio: “Estoy por arrojar la toalla y dejar que mi hijo se haga del Barça, no quiero hacerle la putada de que sienta toda su vida lo que siento yo hoy”. Ojo a la frase. Ojo. Las palabras que vienen a continuación, evidentemente, no van por ellos. Lo mismo podría decirse de aquellos que han albergado dudas respecto a la etapa del singapurés como propietario de la mayoría accionarial, y hayan expresado dichas dudas de forma argumentada y con respeto. Sólo así puede un club corregir, mejorar y avanzar.

Sin embargo, aquellos que desde el primer momento antepusieron el interés personal, económico, profesional o de cualquier tipo, sea para alzar a los cielos o descender a los infiernos al magnate… Sí, vosotros. Internamente, lo sabéis. Os da vergüencita reconocerlo, pero lo sabéis. Sabéis la diferencia entre la sinceridad y el interés. Sabéis que obrasteis mal. Rayando la indecencia. Que quizá comprasteis la moto equivocada o, peor, fuisteis cómplices en su venta. Y que el humo que desprende distrae, incendia, marea e intoxica a diario.

El mensaje de fondo es claro: ESTO ES LO QUE HAY.

(Todos los comentarios que recojo en la siguiente lista son de los últimos meses, y ninguno es de mi cosecha. No comparto ninguno de ellos.)

No puede ser que Jorge Mendes sea un día el superagente que va a ayudar al club y que, al siguiente, sea un sinvergüenza que trata de metérnosla. Y viceversa. No puede ser que Nuno sea fantástico (sic) una semana y, Rodrigo Caio mediante, pase a ser un traidor sin escrúpulos. Y viceversa. No puede ser que Peter Lim sea un multimillonario enamorado del fútbol para, pocos meses después, ser despachado como un pobre hombre que no se entera de nada y al que le engañan. Y viceversa. No puede ser que se defienda unos fichajes en verano y se ataque a aquellos que duden de su idoneidad para, a las primeras de cambio, renegar de ellos y pedir su salida. Y viceversa. No puede ser que se pida un director deportivo un día y, cuando se le nombra, poner la decisión a caer de un burro porque no es ‘de la cuerda’. Y viceversa. No puede ser que se alegue que “segundas partes nunca fueron buenas” tras el regreso de García Pitarch, y sin embargo se clame por el regreso de Salvo y Rufete. Y viceversa.

No puede ser. NO PUEDE SER. Opinión, sí. Presiones, nunca. Un poquito de decoro, joder.

La memoria, aunque escasa en general, funciona con la repetición como elemento clave. Y la reiteración en los cambios de opinión publicada (o, directamente, de chaqueta) empieza a hacer mella en el aficionado de a pie. El personal está mareado con tanto giro de ciento ochenta grados. Cada vez el pueblo se fía menos de la prensa, y a este paso habrá que darles la razón. Hay que empezar a asumir en Valencia una realidad tan simple, tan evidente, tan de cajón, que francamente da miedo que todavía se esté poniendo en tela de juicio:

Peter va a hacer lo que ÉL quiera.

No lo que yo quiera.

Y, desde luego, no lo que tú quieras.

Así que no sería mala idea atarnos los machos y remar. Porque este equipo va ahogadito. Y entre broma y broma, entre risa nerviosa y comentarios pesimistas, el equipo no gana un puñetero partido en Liga. Hay tanta, tantísima faena por hacer, que mis límites para el alucine son puestos a prueba cuando oigo ‘rajes’ virulentos sobre Jaume Ortí o sobre Suso o sobre los futuribles para la secretaría técnica. Todos ellos, ESCOGIDOS O APROBADOS POR PETER LIM. ¿Aquí se va a hablar de fútbol alguna vez? ¿O seguimos distrayendo la atención y vendiendo la cabra con debates estériles y enfrentamientos inútiles?

Una de dos: o bajáis al barro y empezáis a atizar al dueño por sus decisiones (estáis en vuestro derecho), mostrando ciertas dosis de consecuencia; o las caretas van fuera y confirmáis que aquí no importa lo que le pase al Valencia, sino lo que os pase a vosotros, el provecho que podáis sacar, las filtraciones que puedan caeros y las prebendas que podáis negociar. Las dos opciones no son igual de respetables, pero al menos serían igual de honestas. Honestidad. Igual que se le pide a entrenadores, directivos, propietarios y futbolistas… tendríamos que empezar a exigírnosla a nosotros mismos.

No me creo que sea el único que piensa esto. Si es así, reconoceré mi error. Plegaré velas y seguiré rumiando en mi asiento de Gol Xicotet mientras el bucle perpetuo en el que vive el Valencia se inicia de nuevo. Tuitearé alguna vez, comentaré alguna cosilla y escribiré de vez en cuando. Y ya. Pero quiero creer que no. Quiero creer que hay más gente que comparte esta manera de ver el fútbol, el Valencia y la vida. Quiero creer que alguna vez romperemos el bucle trincherista bipolar asqueroso que ennegrece todo y a todos. Quiero creer que se puede opinar sin insultar, sugerir sin imponer y preguntar sin ofender.

Quiero creer… pero cada vez, creo menos.

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