Jomi Lavarías

La temporada ha sido un fracaso absoluto. El Valencia como mínimo ha de luchar por una plaza Champions siempre que empieza una temporada. Y si no se te da bien, al menos has de entrar en EL. Obligatorio.

Desde luego el año viene marcado por la decisión tomada por Meriton de echar al entrenador que meses antes nos había hecho campeones. Muchos vimos, durante el verano, que tarde o temprano Marcelino iba a ir fuera. De hecho vaticiné que después del primer parón por selecciones ya no sería entrenador. Lamentablemente no me equivoqué. Lo que se veía durante el verano era un pulso constante, público, entre Marcelino y Meriton. Que si quiero a éste, pues yo te ficho éste otro, que si traspasas a fulanito el objetivo no puede ser Champions, pues yo te lo voy a traspasar… Y ocurrió lo que tuvo que ocurrir. Pésima decisión tras una pésima gestión del problema. A partir de ahí la temporada ya estuvo viciada. El entrenador designado (decisión en la que no participó Alemany en otro error incomprensible) como sustituto no cumplía los mínimos exigidos para ser el responsable de un equipo, en teoría, Champions. Pero cayó de pie, pese al luto de los jugadores. El equipo, mejor o peor, funcionaba. En casa no perdía puntos y fuera los iba sacando a trancas y barrancas, pero los sacaba. Victorias de prestigio en Londres y Amsterdam, buenos partidos en San Mamés y el Wanda mientras en casa se competía y bien contra el Barça (al que se le ganó por fin tras una pila de años) y contra el Madrid.

A todo esto, Mateu, el gran artífice del resurgimiento valencianista, salía por la puerta de atrás en lo que ya se consumaba el desastre, pues Meriton volvía a dirigir el “proyecto” que tan bien había ido en manos de dirigentes deportivos.

Y de repente, coincidiendo con la supercopa en Arabia, el equipo hizo clic y se cayó. Más fuera de casa que en Mestalla, pero cayó. Y vinieron derrotas vergonzantes antes incluso del parón por la pandemia.

La reanudación tras el parón ya fue la puntilla. Futbolistas en un estado de forma física impropio de deportistas de élite, rebelados ante el entrenador (unos por no jugar y otros por solidarizarse con compañeros tras cometer errores groseros) que fue fulminado en otra decisión discutible de Meriton. Voro, nuevamente, apareció como bombero de un equipo ya calcinado por el incendio constante que se ha vivido en los últimos meses. Pese a llegar con opciones de entrar en EL hasta la última jornada, el equipo merece estar un añito sin Europa.

Lim/Meriton. La situación ha llegado a un punto de no retorno. Es complicado de entender como Lim sigue manteniendo al impresentable, maleducado y pirómano Anil en la presidencia. Es incomprensible como, sabiendo que dejando el club en manos de profesionales, no se vuelve a ese modelo. Es incomprensible como puedes ser máximo accionista de un club y no implicarte personalmente mucho más en ello. Si a Lim no le ilusiona el club tiene fácil la solución. Vender. El problema es que no hay nadie que compre. El sentiment no entiende de millones de euros. Si por eso fuera el club volvería a estar en manos de valencianos, que de sentiment presumimos mucho pero cuando hay que rascarse el bolsillo vamos dando pasos a un lado para ver si alguien pone los titos y nos lo regala. Y esto no funciona así.

Celades. Poco o nada le culpo del desastre. Lógicamente tiene su punto de responsabilidad, pero viendo la nula experiencia que tenía, pues qué queréis que os diga. Su crédito duró hasta que los jugadores decidieron que no volvería a apoyarle.

Futbolistas. Han demostrado el mismo o menos amor por los colores que la propiedad. Puedo entender que se sintieran frustrados y decepcionados por las decisiones meritonianas. Pero todo tiene un límite. Y cuando uno se pone esa camiseta con ese escudo en el pecho hay que defenderlo y no arrastrarlo como han hecho durante muchas jornadas pre y post confinamiento. Lo del post confinamiento yo no lo había visto nunca. Desganados, sin ninguna actitud ni amor propio. Muy pocas veces he visto ese escudo tan mancillado por unos futbolistas. Cama y vendetta. Cama al entrenador y vendetta a Meriton. No encuentro otra explicación.

Voro. Nuevamente, muchas gracias. Si hay algo de lo que sentirse orgulloso en estos momentos es que el Valencia tiene el hombre de club que siempre debemos tener. El que antepone los intereses valencianistas a los personales. Ojalá nunca se marche del club y siga sirviendo a éste y no de éste. Aunque con Meriton nunca se sabe.

Mateu Alemany. Teníamos un gran gestor y lo hemos tirado por la borda. Víctima de una guerra absurda entre propiedad y entrenador. Se quedó entre dos aguas. Y Lim tiró por lo fácil. En lugar de querer amarrarlo consintió que un tipo como Mateu Alemany, nada menos,  fuera casi un estorbo en las oficinas a las que acudía sólo para hacer acto de presencia. Vergonzoso e indigno.

Conclusión: mientras Lim siga abocado a una gestión dictatorial, el futuro del club estará en entredicho. Lo tiene fácil, como dije antes. Gente de fútbol en puestos de responsabilidad y representación, dirección deportiva con mando en plaza, equipo de scouting amplio y entrenador con experiencia. Cada minuto que se pasa con Anil ejerciendo de casi todo es minuto perdido. Pintan bastos para la temporada próxima salvo cambio de rumbo drástico, que no parece vaya a producirse.


Peris

¿Nos las prometíamos felices? Sí, nos las prometíamos felices. Se acercaba el verano, no sabíamos que era el COVID y las palabras ‘pandemia’, ‘curva’ y ‘confinamiento’ tenían significados y entornos diferentes a los que tienen ahora. Las noches de aquel verano el valencianismo las pasaba recordando la galopada copera de Soler y maldecía con una sonrisa en la boca los dos fallos de Guedes. Si en alguna de las del final, llega empatar el Barça, no hay suficiente Unión Europea para que se escondiera el portugués. Pero no. Con la suerte de nuestro lado, que canta Igor Paskual, se había puesto un broche de oro a una temporada centenaria de vida. La espalda de Hugo Duro y todas aquellas cosas que venían de cara. Y por contra, los rivales del escalón competitivo andaban titubeantes con proyectos, en teoría, menos consolidados que el que presentaba el Valencia CF en las quinielas.

Ya había cierto mar de fondo. O no, vete tú a saber. Movimientos extraños, como vender el portero titular para traer al titular de Holanda pero suplente en un Barcelona campeón de Liga y un tira y afloja delante de todos de Marcelino con la propiedad, chispa de la mecha que con posterioridad, un 11 de septiembre, hizo saltar todo por los aires. Los optimistas pensamos que era un mal menor desprenderse del entrenador que había tocado el cielo por primera vez en su carrera a la vez que la octava del club con respecto a la competición del ko. Que mientras estuviese el arquitecto, el jefe de obra podría ser otro de perfil similar. Pero el arquitecto también se tuvo que marchar. Dejando a un entrenador con bagaje en inferiores. Un proyecto como tantos otros. Antes y después de Meriton. De la propiedad, que tanto se vanagloria.

Y, desde ese momento, se crearon trincheras. A los montistas, cubellistas, fernandistas, arroyistas y otras muchas filias se unieron los marcelinistas contra los meritonistas, por denominarlo de alguna manera. «Viudas de» como concepto de alguien que llora la marcha frente al club y sus dirigentes. Con un vestuario en sosegada rebeldía por las decisiones de la dirección, con luchas médicas, que no Guerras, pero casi. Y con un entrenador con cara de buena persona a la que, para variar, desde algunos micrófonos y parte de las redes, se le faltaba al respecto, acusándolo de tibieza quienes confunden la autoridad con el grito.

Mientras tanto, la pelota, mal que bien, continuaba entrando. Pero ese color recio y fuerte que tenía el vino valencianista mezclado con la justa dosis de fortuna se iba diluyendo. Enfermerías llenas que no ayudaban y el paso a eliminatorias de Champions, con gestas en Londres y Amsterdam, a la postre un canto de cisne, daban para pensar que los cimientos se antojaban sólidos, con un grupo que parecía repuesto de la ruptura umbilical con el anterior entrenador. El vino tenía sabor, pero daba la sensación que poco a poco se aguaba. El fortín de Mestalla condicionaba los cuentos de la lechera en forma de puntos. De visita, convidado de piedra muchas veces. Y las ocasiones en las que el golpe en la mesa se antojaba vital, incomparecencia. Getafe, Mallorca, San Sebastián como hitos de la ausencia y de la mala gestión de grupo por parte del propio grupo.

Y llego la Atalanta. Con su pandemia sin saberlo. Con sus goles en la ida. Con sus goles en la vuelta. Y el parón. Y las costuras se vieron. Rotas. Con las redes como escenario de declaraciones. Con el TikTok de un jugador lesionado como debate deportivo. Y de vuelta a la competición, la entrada en barrena. Con el grupo deshecho, cansado. Algunos dicen que siendo el Caballo de Troya del club. Como vendetta por todo: por el ERTE, que no que luego fue que sí, por la renovación de Garay que sí que luego fue que no, por Celades, por Marcelino, por Ferran y sus dudas, por Kang In, por Parejo y todos los que estaban en el disparadero, por Rodrigo y su manera de decir que del cero al cien se pasa igual de rápido que del cien al cero. Y se acabó. Con Voro, otra vez, como reflotador de la nave. Con las dudas a Arias y Fernando. Con los garrotazos de Goya entre la gente. Con pancartas. Con recuperaciones del club sin poner dinero, que es de lo que se trata. Con el propietario, Meriton Holdings.

Y hemos vuelto al verano, que se ha hecho extraño sin haber vivido antes la primavera. Y ahora son todo dudas. El proyecto del Valencia CF 20-21 será de una pata, la del entrenador elegido, que tendrá que aspirar a lo que le dejen con los mimbres para el cesto. No hay otra. Comenzar desde atrás. Siendo incómodos. Y hablo de la pelota. De lo otro, de la dirección, pocas esperanzas. Tenían el plan bien plasmado. Se iba por el buen camino. Ahora, como toda la vida, renacer de las cenizas. Puede que tengamos que conformarnos con victorias simples para saborear el valencianismo, viendo con nostalgia aquellas finales. Todas. A día de hoy, el Valencia CF está lejos de ser lo que hace un año se adivinaba que podría ser. Pero aquí estaremos para contarlo.

 


 

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