Se fue como vino. Por obra y gracia del máximo accionista. Se marcha otro ‘21’ de escuela preciosista, de sensaciones encontradas por su intermitencia y poca trascendencia efectiva en fase ofensiva, y sin haber brotado todo el presumible fútbol que atesoran sus botas. En el recuerdo titulares y portadas tan bizarros como su juego, que oscilaron del ‘intransferible’ a la confesión póstuma del míster: una venta irremediable, decidida desde la no clasificación matemática para Champions. Lo que viene a recordarnos que la sostenibilidad económica-deportiva del proyecto Meriton se tambalea por la pata más ancha de su ruta a corto plazo, aunque ellos machaquen que lo suyo es un “long-term”. Es la otra lectura, quizá con más enjundia, que subyace tras el acalorado debate sobre cifras, momento y formas en las que se ha producido la no traumática -nunca llegó a ser referencia de nada en estos 2 años- salida del jugador con mayor caché del equipo. Un aviso para los navegantes que se resistían a apostatar de sus convicciones y expectativas tras el advenimiento de Peter Lim. Si no querías chocolate, toma 2 tazas (Otamendi).
En plena digestión de la pérdida del campeón de Europa, es hora de ir pensando en la reestructuración de un centro del campo fallido en una temporada que arrancará con muchos interrogantes y un ambiente caldeado. Comprendido el traspaso del luso, sin entrar en las condiciones de la operación, y atendiendo al déficit presupuestario que constriñe el margen de maniobra de la dirección deportiva, no se me ocurre mejor inquilino para esa vacante que Enzo Nicolás Pérez.
Nueva pretemporada y otra vez empezamos a ver al nuevo ‘8’ en demarcaciones donde no ha desplegado todo su potencial a lo largo de su carrera. Se me abren las carnes. Designarle roles que no se amoldan a sus características, que no incitan a explotarlas. Es como usar una navaja suiza solo para cortar el pan. Una fuga de prestaciones. Y en esas hay cuchillos con mejor filo en el mercado. Que sea resultón no le convierte en la pieza más idónea para el cometido de eslabón defensa-mediocampo, donde son innegociables ciertos mecanismos tácticos que no le son inherentes al mendocino. Puede cumplir ahí ante un Javi Fuego en horas bajas -pero que acostumbra a más y mejores coberturas- o por el arrojo, brega e intensidad ofertados, tan cautivadores para el aficionado. Pero sigue siendo un puesto altamente mejorable. Y sin recambio nato.
No me convence como hombre-ancla. Primeramente porque supone desaprovechar a un todocampista capaz de dinamizar el juego propio -arrancadas y conducciones- y asfixiar el contrario -mordiendo más arriba- desde un escalón superior. A la par que exiliarlo de un microclima donde exploraría área rival y aportaría recursos ofensivos más que interesantes. Precisamente lo que le convirtió en MVP de la Primeira Liga en 2014, con unos guarismos nada desdeñables si comparamos con casi el doble rosco que se ha cascado aquí en 18 meses -pocos reparan en ello-. En segundo lugar porque a un coste tan elevado -solo por detrás del carísimo Rodrigo- le pido más, mucho más de lo visto hasta la fecha. Lesiones e inercia coral negativa aparte, no logro rescatar apenas algún retazo del mejor Enzo benfiquista. Y a eso hay que ponerle solución. Y por último porque no me parece un jugador especialmente apuesto para iniciar jugada desde atrás, más allá del pase horizontal o de seguridad a metro y medio. Ahí no se impone, ni descuella. Cuando leo/escucho que ha sido el más destacado, las dudas del listón general me invaden. A veces no es el mejor, sino el menos malo. Quizá mi grado de exigencia sea demasiado para los tiempos que corren, el de donde venimos y todas esas trivialidades, pero su brío no me conduce a hiperbolizar su rendimiento como 6. No lo detecto, y dudo que lo vaya a ver en un futuro. Respetando al que sí lo hace/haga, faltaría más.
La ausencia de Gomes es una sazón única para ascenderlo, para reclutarlo como volante liberado. Liberado es un poco engañoso, ya que su raza canchera le confiere don amalgamador, carisma para tirar del carro y el valorado gen competitivo necesarios para «hacerse notar» en zona ancha. Por eso el subcampeón del mundo jamás sería descarte/excedente desde el aspecto deportivo en cualquier plantilla que se precie. Aquí la toxicidad se llamaba “coste económico” y se apellidaba “no asumible”. Aplicado el antídoto; sanísimo de la muerte, dorsal legendario y brazalete al canto. Por todo ello, mi apuesta firme para la medular sería la de un mediocentro específico en labores de contención y que, a la vez, no solo no embargue la primera salida de balón -con eso no basta-, sino que la potencie con suficiencia. Fue uno de los debes de la pasada temporada y que se repetirá, si no se pone remedio e insisten en parches con calzador, bajo el ideario futbolístico de Ayestarán -el ser protagonista a toda costa-. Faceta cardinal cuando el peso de esa función recae sobre un solista. Lograr autonomía en el medio posicional sería dar un paso de gigante, escampando el carril central para que los interiores actuasen de interiores y dejasen de invertir esfuerzo y movilidad en compensar esa tara.
Adiós André. Hola Enzo. Pako, hazlo posible. No lo tienes más a huevo. A ver si hay suerte con el café de mañana.